viernes, 12 de octubre de 2012

El domingo de maldad y cerveza

Este relato, seleccionado del Certamen Ciudadela 2012, se remonta a los anales de un estilo confuso y desorganizado, carente de sentido ni forma. Es la base de una pequeña edificicación a la que aun sigo poniendo ladrillos.




- Y le dije: No, tranquilo, ya le arranqué las tripas.
            Una gran carcajada estalló ruidosamente en el ambiente.
            Una larga mesa llena de deliciosos manjares estaba en el centro de la gigantesca sala de piedra.
A la izquierda de la mesa, tres trolls comían un trozo de chuleta de cerdo poco hecha. Otros dos orcos tomaban un poco de pescado, junto a unos esqueleto, que robaban el vino de los desprevenidos goblins de enfrente. Al lado de los goblins, tres vampiros bebían sangre de una copa de cristal. Y un mago vestido de negro bebía una pócima en un cuenco, mientras leía un libro de runas bastante raras
            - Por cierto, ¿Cuándo viene Khuram? – gritó uno de los trolls.
            - Me han dicho que tardaría en venir. – respondió uno de los orcos.
            - Es que se toma demasiado en serio su trabajo. – replicó el troll. – Apenas se reúne con los amigos.
            El troll le dio un trago a su quinta cerveza. Llevaba ya un tiempo allí, pero no pensaba marcharse, por mucho que le echara la bronca su mujer. Reunirse todos los sábados en el castillo del conde Jmais es lo mejor que podía hacer con sus amigos, y lo iba a seguir haciendo hasta el resto de sus días.
            La jarra de cerveza comenzó a sobrevolar por el banquete.
            - Ya han llegado Hom y Holmet. – dijo el vampiro entre risas. Los fantasmas se dejaron ver, comenzaron a tomar un tono verdoso.
            - Pero cállate, no se puede seguir una broma con vosotros.    - dijo el fantasma mas gordo.
            -¿Qué broma? ¿Pretendíais asustarnos? – El troll le arrebató la jarra de cerveza de sus manos. – Tomad asiento y bebed un poco, que ya llegáis tarde, como de costumbre.
            - ¿Y Khuram? – El fantasma más flacucho se sentó en dos asientos libres al lado de los esqueletos. – Hace ya que no lo veo.
            - Lleva unas semanas echando horas extra. – El esqueleto cogió otro trozo de carne con las manos. – Está jodido con eso de su mujer. La verdad es que ha sido una zorra. Y de la noche a la mañana. Lo ha pasado bastante mal el pobre Khuram.
            - Normal, aunque a mi no me molestaría que se fuera de casa la gorda de la mía. – dijo uno de los trolls.
            - Mekt, a ti no te importaría ni que llegaran unos enanos y le cortaran la cabeza. – replicó el esqueleto.
            - En realidad es cierto, cuanto antes me quite a esa estúpida de encima mejor. Es una pesada, no se que voy a hacer con ella.
            - Cuanto amor… - comentó uno de los vampiros.
            - Si, es un marido apañado. – añadió el otro esqueleto.
            - ¿Pero qué queréis que haga con ese monstruo? Si lo único que hace es mandar y refunfuñar, además de…
            -Chist… callaros, creo que escucho a Khuram, cambiad de tema, rápido. –susurro ágilmente el vampiro.
            - Pues eso… - el troll intentó improvisar algo. – Que yo creo que la carne más deliciosa es la de gnomo, por que es gelatinosa, y prácticamente se te derrite en la boca. ¡Ah, Khuram, ya estas aquí! Has tardado eh…
            Un colosal dragón rojo entró en la sala. En su rostro había un toque de tristeza, perceptible a millas. Estaba tan cansado que se dejó caer en el suelo de aquella sala, que retumbó y vibró ante el elevado peso de la criatura.
            - Sí… -dijo con tono cansado. - Ha sido un día duro, pero ya estoy aquí. Pásame una cerveza, Abêth.
            El mago levanto la mirada de su libro. Con un movimiento de muñeca, hizo que un barril, de un tamaño desproporcionado, se acercara suavemente a la mano del dragón.
            - ¿Cómo estas? – dijo el troll.
            - Cada día peor – El dragón le dio un sorbo a la jarra.
            El troll miró al esqueleto con gesto preocupado. Ya lo suponían, Khuram lo estaba pasando muy mal. Apenas comía, y en un par de semana había faltado a la cita con sus amigos.  En su cara se marcaban las ojeras de no haber dormido en varias semanas, y ahora para olvidar, le había dado por trabajar horas extras en esa extraña empresa de construcción.
            - Khuram, amigo… - el troll no sabía que decir muy bien. Pero Khuram lo miró, y ahora estaba obligado a seguir con su discurso. – Nosotros somos tus compañeros, tío. No queremos que estés así, sabemos que lo estas pasando mal. Pero en el domingo, debes de olvidar todas esas tonterías. Por nosotros.
            El dragón dibujó una pequeña sonrisa. Su amigo tenia razón, no podía estar tan enfrascado en aquella dragona. Se había ido, debía de aceptarlo.
            - Es un poco duro…- dijo Khuram con un hilo de voz. – pero haré lo posible porque estemos a gusto todos juntos. – Su sonrisa se amplió. Hacia ya tiempo que no sonreía de esa forma. Los comensales le copiaron el gesto a Khuram.
             Eran amigos, cada uno tenía su propia vida, pero en el momento en que se reunían en el castillo de Jmais, en la noche del domingo, todos los problemas se debían disolver con la cerveza. Después de aquello cada uno volvería a retomar su ajetreada rutina. Aquella tontería, que llevaban practicando más de cinco años, era para ellos el alivio de la semana.
            - Lo que hace la cerveza – bromeó un vampiro.
            - No es la cerveza, es la amistad. – siseo un fantasma.
            - Que bonito, te estas convirtiendo en un poeta, Shurzog. – dijo uno de los esqueletos entre risas.
            Khuram vio como sus amigos hablaban tan felizmente entre si. Le llenaba de alegría que ellos estuvieran contentos, desde unas cuantas semanas, esas personas eran las únicas personas con las que realmente merecía la pena echar el rato.
            No era mucho lo que tenia ante sus ojos. Un troll fracasado y sus dos amigos, un par de gordos orcos, con otro par de esqueletos parlantes, una pareja de goblins malolientes, un trío de blanquecinos y enfermizos vampiros, un dúo de fantasmas bromistas y un mago de magia oscura empollón. Y él, un gigantesco dragón que apenas escupía fuego, y recién divorciado. Reunidos en un gran banquete.
            Y aun así, esa singular compañía le hacia pensar en el domingo, no en un domingo. El domingo era un día especial y ahora lo era todo para Khuram. Era el domingo, no cualquier domingo, sino el domingo de maldad y cerveza.

Cetamen Ciudadela 2012

Después de tanto tiempo disparando contra certámenes literarios, una bala ha penetrado perfectamente en uno de los costados de mi víctima. Más me hubiera gustado acertarle de lleno en la cabeza, y ver como se desangra delante mía, aunque me temo que me queda algún tiempo para afinar la puntería. 
Y ya conseguir acertar a una de estas putas es difícil. Tampoco imposible. Me considero aun bastante mediocre, y el relato que envié no merecía ni mucho menos la selección que ahora porta, pero no soy yo el que abre o cierra puertas a mis relatos. Los dejo volar, que batan sus alas o que no lo hagan, es su elección, no la mía.

Y así, mi modesto Domingo de maldad y cerveza se colado entre unos cuantos para demostrar que la literatura fantástica de estilo alocado y maquiavélico aun tiene cabida en la literatura contemporánea.

Tan solo me queda agradecer a aquellos que estan poniendo su espada bajo mi mando y que consiguen que siga escribiendo y cayendo en el delirio. 

Os dejo sin más dilación, la mierda que se comieron con gusto unos cuantos, en la siguiente entrada. Un placer.